jueves, 4 de julio de 2013

La globalización contra-hegemónica

Victor M Toledo
La Jornada
 
Estamos siendo testigos de la irrupción de los ciudadanos de innumerables países, que protestan indignados contra la realidad de un mundo cada vez más injusto, más inseguro y donde la democracia real se ha vuelto una ilusión. Se trata de un fenómeno inédito. Las nuevas tecnologías de la información y la telecomunicación permiten ya no sólo transmitir el malestar, sino organizar expresiones masivas por canales no controlados ni por el poder político (gobiernos y partidos) ni por el poder económico (empresas y corporaciones). Estas rebeliones ciudadanas, ocurridas de manera espontánea en regiones tan diferentes como el mundo árabe (Egipto, Túnez, Argelia, Marruecos), Europa (Islandia, Grecia, Portugal, España) o América Latina (Chile, México, Brasil), han logrado detener o anular medidas coercitivas, cambiar leyes o derrocar regímenes autoritarios. Son reacciones a la crisis de la civilización moderna. Sin embargo, ahí donde parece que todo termina, es donde todo comienza. Si la protesta callejera, por más impactante que sea, no se transforma en organización autónoma de la sociedad civil, su efecto tenderá a desvanecerse o apagarse y a terminar recluida en el baúl de los recuerdos. ¿Cómo convertir la protesta en una fuerza real de transformación social?
 
Debemos al pensador lusitano Boaventura de Sousa Santos la expresión de globalización contra-hegemónica. Bajo este título agrupa los proyectos, iniciativas y procesos de carácter alternativo que, creados y ejecutados por la sociedad civil, representan fisuras en el modelo dominante de la civilización industrial o moderna. Su importancia es nodal, porque muestra que existen ejemplos y casos exitosos de la vida real construidos sobre valores no sólo alternativos, sino opuestos a los que hoy dominan. Se trata de experiencias autónomas e independientes de los poderes políticos y económicos inspirados en el apoyo mutuo y la cooperación y basados en una economía que es moral, ecológica y solidaria. Hagamos un brevísimo recuento.
 
Es posible que el rasgo clave de estas experiencias sea el espíritu solidario, cooperador o altruista de quienes participan en ellas. Ello las sitúa de raíz como antípodas de la competencia y del individualismo. Sobre ese valor se construyen entonces instituciones verdaderamente democráticas, horizontales e igualitarias que surgen en paralelo a los proyectos. En esta perspectiva el primer baluarte lo conforman las cooperativas y las redes de muy diferente tipo......

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