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La vida personal y la social son continuas, al igual que la actividad
económica. Carece por tanto de toda lógica trocearlas, pero el hombre
no puede concebir el tiempo sin distribuirlo en periodos más o menos
convencionales. De ahí el calendario; de ahí la salida y entrada de los
años; de ahí que las empresas presenten resultados por ejercicios
económicos y la costumbre de que al terminar un año se pretenda hacer
balance de lo sucedido, como si se pudiese aislar de los acontecimientos
anteriores y posteriores.
En materia económica, el año 2013 poco se diferencia de los precedentes: recesión (el PIB se
reducirá como mínimo un 1,3%, casi igual que en 2012); más despidos y
más paro, bajada de salarios, recortes en los servicios públicos y en
las prestaciones sociales, privatizaciones; una Unión Europea que apenas
cambia, en la que se sigue repitiendo que se ha hecho mucho pero que
hay que continuar en la misma dirección; más leña; poco o nada nuevo
bajo el sol.
No obstante, cabe señalar algunas novedades que se han presentado
este año. La primera es que en los últimos meses el Gobierno y sus
adláteres están empeñados en convencernos de que ha comenzado la
recuperación. Se basan principalmente en que el PIB ha abandonado su
trayectoria decreciente y en el tercer trimestre se ha incrementado en
un 0,1%; 0,1 que muy bien podía ser el -0,1% porque, tratándose de
estadísticas y provisionales, es difícil llegar a tal precisión. Pero
aceptando que en los próximos trimestres se produzcan tasas positivas
estas serán tan bajas que desde luego no crearán puestos de trabajo, a
no ser a base de repartir los existentes mediante empleos parciales, los
famosos minijobs, paro encubierto y, es más, nadie garantiza
que no se produzca de nuevo un cambio de tendencia. Tras las tasas
negativas del 3,8 en 2009 y del 0,2% en 2010, el PIB creció un 0,1% en
2011, para retornar a caer en 2012 un 1,6%. ¿Quién nos asegura que la
historia no se repetirá?....
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