Lo afirma The Economist, aunque con la atención política española acaparada por las opiniones de un primo y el localismo celtibérico, resulta quimérico pretender que la ciudadanía se interese sobre el nuevo Tratado europeo.
En Lisboa los 27 gobiernos europeos, tomaron la Constitución rechazada por los votantes franceses y holandeses, cambiaron el añejo vocablo, revolvieron el añejo concepto constitucional y presentaron un tratado de reformas, diciendo de modo surrealista “esto no es una constitución”; y, por tanto, no hay necesidad de someterla a los riesgos de un referéndum que probablemente sería negativo en Holanda, Reino Unido y otros lugares...
(Juan Hernández Vigueras. Comité de apyo de Attac)
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