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La democracia representativa como sistema de partidos competitivos en
el poder se ha revelado completamente inútil para proteger y mejorar
las condiciones de vida en términos de salud, educación, vivienda,
trabajo y servicios públicos, lo que se ha traducido en la
deslegitimación creciente del sistema de partidos debido a su
complicidad con intereses económicos privados y a la adopción de
políticas regresivas en lo político, social y ambiental.
Si algo tienen en común las actuales luchas por una democracia real
es la reivindicación de nuevas formas de hacer política. Consignas
coreadas masivamente en calles y plazas de todo el mundo, como “no nos
representan”, “el pueblo unido avanza sin partido” o “no es democracia,
es partidocracia” revelan un profundo malestar respecto a la democracia
representativa y sus instituciones (Parlamentos, partidos, elecciones,
etc.). Las primaveras árabes, Occupy Wall Street, el 15M, Que se Lixe a
Troika en Portugal, el movimiento estudiantil chileno, Yo soy 132 en
México y el Movimiento Passe Livre en Brasil son algunas de las
expresiones más visibles de la búsqueda de formatos participativos más
allá de la política liberal. No es casual que buena parte de sus
activistas repudie la presencia de banderas partidarias o rechace la vía
electoral como la principal y única forma de promover la transformación
social.
Si valoran la democracia, los partidos no pueden permanecer al margen
de las lecciones de la calle; de lo contrario, serán superados por
formas de asociación democrática más directas y horizontales. ¿Cuáles
son, a grandes rasgos, estas lecciones?.....
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