lunes, 30 de abril de 2012

Privatizarlo todo

Ramón Cotarelo
Público.es.

Para los colectivos más radicales la crisis no es una crisis sino una estafa. Tiene toda la pinta, desde luego porque, si no está muy claro cómo se desencadenó en concreto, debido a qué decisiones y  de quiénes, sí  lo está, pues no lo ocultan, a quiénes ha beneficiado y sigue beneficiando: a los famosos fondos de riesgo, a los financieros, a los especuladores, a los bancos rescatados con dinero público, a los ejecutivos de las grandes empresas a quienes estas compensan por su incompetencia con primas millonarias. En definitiva, a quienes la han provocado. Es razonable pensar que lo hicieran a propósito, como una estafa, y es lamentable comprobar que ningún país dispone de posibilidades de poner fin a estos comportamientos o de castigarlos. Los mercados son el terreno de la ley del más fuerte y la ideología económica dominante, pagada en sus centros de fabricación por esos mismos beneficiados, pretende que siga siendo así. Y así seguirá siendo mientras los poderes políticos también obedezcan los dictados de quienes se lucran con tan injusto desbarajuste.

Además de una estafa la crisis es un pretexto, una ocasión para el desarrollo de un modo de producción que no admite otra lógica que el triunfo total de sus presupuestos.  El capitalismo alcanza su triunfo político con la revolución burguesa cuyo símbolo es la abolición del “antiguo régimen”  otro nombre para el feudalismo que, en esencia, no es otra cosa que la confusión entre lo público y lo privado o la privatización de todas las relaciones de poder pues se basa en los contratos de sumisión personal  de los vasallos a los señores.  Ahora bien, una vez terminado ese antiguo régimen y separado lo público de lo privado, la burguesía sacraliza el ámbito de la sociedad civil, de las relaciones mercantiles y pretende colonizar el Estado e instrumentalizarlo al servicio de esos intereses privados. Es decir, habiendo vencido el régimen feudal, el capitalismo pretende refeudalizar el Estado sometiéndolo no a las relaciones bilaterales entre particulares sino a las multilaterales del mercado pero no menos privadas.  Para el capitalismo el Estado, los poderes públicos, no son el garante del bien común (concepto que tiene por quimérico) sino el cuarto de banderas en el que se defienden los intereses de unas u otras escuderías económicas......

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