Los fatales instintos humanos de la avaricia y la soberbia sólo se pueden dominar mediante algunas normas éticas elementales. La rápida propagación de la crisis financiera desde unos pocos países desarrollados hasta absorber la economía mundial es una prueba tangible de que es necesario reformar en profundidad el sistema financiero y comercial internacional para que refleje las necesidades y las nuevas condiciones del siglo XXI. Es importante reconocer que esta crisis no es sólo económica sino también social y ética.
La crisis ha puesto de relieve las deficiencias de las políticas de algunas autoridades nacionales e instituciones internacionales que se basaban en doctrinas económicas, según las cuales los mercados libres corregían rápidamente sus fallos y eran eficientes. Estas hipótesis erróneas formaron también las bases de la globalización; también ha permitido, que los efectos de un sistema económico se propaguen rápidamente por todo el mundo dando lugar a recesiones y a una mayor pobreza.
La búsqueda de una estrategia común, que nos permita amortiguar la crisis financiera y económica internacional, que nos golpea con más fuerza a los países del tercer mundo; pasa por una ética global. El empobrecimiento de estas naciones subdesarrolladas ha permitido el derroche ajeno, hoy por fin pareciera detenerse al patinar la locomotora norteamericana. Este escalofriante frenazo descalabró la economía en el mundo.
La crisis ha puesto de relieve las deficiencias de las políticas de algunas autoridades nacionales e instituciones internacionales que se basaban en doctrinas económicas, según las cuales los mercados libres corregían rápidamente sus fallos y eran eficientes. Estas hipótesis erróneas formaron también las bases de la globalización; también ha permitido, que los efectos de un sistema económico se propaguen rápidamente por todo el mundo dando lugar a recesiones y a una mayor pobreza.
La búsqueda de una estrategia común, que nos permita amortiguar la crisis financiera y económica internacional, que nos golpea con más fuerza a los países del tercer mundo; pasa por una ética global. El empobrecimiento de estas naciones subdesarrolladas ha permitido el derroche ajeno, hoy por fin pareciera detenerse al patinar la locomotora norteamericana. Este escalofriante frenazo descalabró la economía en el mundo.
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