Han transcurrido once años desde que apareciese en Le Monde Diplomatique el artículo de su director, Ignacio Ramonet, Desarmar los mercados financieros, y que sin duda fue premonitorio entonces.
Las bolsas de medio hemisferio habían padecido el tifón provocado por la profunda crisis financiera que azotó por aquellos años las economías asiáticas. «La mundialización -decía Ramonet-, cuyo principal motor es la optimización a escala planetaria del capital financiero, está poniendo a los pueblos en estado de inseguridad generalizada». No se equivocaba. La avidez especulativa y la desregulación de las transacciones financieras, actuando al margen del poder democrático de los estados, se han encargado de hacer cierto aquel presagio. Una dejación que ha permitido que el capital financiero haya creado su propio estado supranacional, «que dispone de sus aparatos, de sus redes de influencia y de sus propios medios de acción». Ahí están el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE y la Organización Mundial del Comercio....
Las bolsas de medio hemisferio habían padecido el tifón provocado por la profunda crisis financiera que azotó por aquellos años las economías asiáticas. «La mundialización -decía Ramonet-, cuyo principal motor es la optimización a escala planetaria del capital financiero, está poniendo a los pueblos en estado de inseguridad generalizada». No se equivocaba. La avidez especulativa y la desregulación de las transacciones financieras, actuando al margen del poder democrático de los estados, se han encargado de hacer cierto aquel presagio. Una dejación que ha permitido que el capital financiero haya creado su propio estado supranacional, «que dispone de sus aparatos, de sus redes de influencia y de sus propios medios de acción». Ahí están el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE y la Organización Mundial del Comercio....
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