Es corriente oír hablar de la riqueza como si de la renta o el producto se tratara. Por ejemplo, he leído hace poco en este mismo periódico que “nuestro país produce aproximadamente el 2,5% de la riqueza total del mundo…”, cuando tal comparación sólo cobra sentido si se refiere a las estimaciones de la renta o producto español respecto al agregado mundial. Esta confusión del flujo de renta con el stock de riqueza, tan habitual en los medios, no sería preocupante si no manifestara la aceptación de ideas que encarrilan la reflexión económica por los enfoques más convencionales y mistificadores.
Pues esta confusión divulga –tal vez sin tener clara conciencia de ello– una versión extremada del reduccionismo monetario imperante que, al expresar todas las riquezas singulares en dinero, llega a confundirlas con él y presenta al dinero como forma suprema de riqueza. El triunfo de esta visión virtual y pecuniaria de la riqueza confunde la riqueza misma con su medida monetaria e induce a considerarla productible y acumulable, al tratarla como un simple stock de dinero que se puede someter a crecimientos exponenciales inviables en el mundo físico...
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