viernes, 19 de agosto de 2011

Indignación y política de influencia

Jesús Casquete
El País

Una democracia robusta requiere del compromiso permanente de sus ciudadanos con la cosa pública. La concurrencia periódica a las urnas es uno de los modos de canalizar la participación, pero en modo alguno el único para insuflar vitalidad al sistema. En la medida que es fiel reflejo de sociedades civiles dinámicas, en sistemas democráticos el recurso a la política de calle es un mecanismo adicional a disposición de los ciudadanos.

Si el ámbito resolutivo de la política se muestra obstinadamente incapaz de dar curso a las demandas ligadas al interés público sentido por una parte más o menos amplia de la sociedad, entonces a los ciudadanos les asiste el derecho de movilizarse en la esfera pública. Siempre, eso sí, que esa forma de comunicación entre ciudadanía y autoridades discurra por medios pacíficos, porque de lo contrario estaríamos hablando de una intolerable vocación por torcer la voluntad política mediante la violencia, desvirtuando en el tránsito las reivindicaciones en cuestión.

Desde el ideal democrático, pues, la intervención subpolítica de la ciudadanía autoorganizada es un síntoma de salubridad y riqueza, por más que siempre haya quien prefiera ver las manifestaciones y otras formas de ocupar el espacio público como un factor de desestabilización del sistema.....

http://attacmurciavarios.blogspot.com/2011/08/indignacion-y-politica-de-influencia.html



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