sábado, 25 de febrero de 2012

Lo que se dijo ayer y lo que se dice hoy sobre la tasa Tobin

Daniel Raventós
Sin Permiso.

El pasado 16 de febrero se cumplió el segundo aniversario de la votación de la "Proposición de ley sobre la creación de un impuesto sobre las operaciones de cambio de divisas, billetes de banco y monedas". Ocurrió en la anterior legislatura, la novena, del Reino de España, concretamente en la sesión 130 del pleno del Congreso de los diputados. Se discutió y votó una concreción de la tasa Tobin que tanto ha popularizado el ya veterano movimiento ATTAC. Esta proposición de ley [1] fue presentada por el Grupo Parlamentario de Esquerra Republicana-Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya Verds. Le dio su apoyo el diputado representante del Grupo Vasco y la diputada del Bloque Nacionalista Gallego integrada en el Grupo Mixto. En contra votó la gran mayoría: los grupos parlamentarios Catalán, Popular y Socialista. Leídas hoy, cómicas parecen las declaraciones en aquella sesión del diputado del PP García-Legaz Ponce a la luz de las actuaciones del gobierno de su partido resultante de las últimas elecciones al parlamento español del pasado 20 de noviembre. Decía el hombre: "Esta proposición trata de crear un nuevo impuesto en la economía española, y por tanto les anuncio el voto contrario del Grupo Parlamentario Popular." Lo cómico no era el voto contrario, sino ese "por tanto".

Recordaba muy recientemente Serge Halimi [2] que Sarkozy declaró en 1999: "El asunto de la tasa Tobin es absurdo (…). Cada vez que penalizamos la creación de riqueza en nuestro territorio, favoreceremos la creación de riqueza de los demás". Palabras casi idénticas se han venido repitiendo por parte de muchos políticos gobernantes o en la oposición de los más diversos Estados. Por su cargo actual como directora general del FMI, merecen apuntarse las que emitió Christine Lagarde en 2007, cuando era ministra de Economía y Finanzas del gobierno francés, al suprimir un impuesto bursátil: "Es una medida que contribuirá a reforzar el atractivo de París como plaza financiera". El mismo tema de fondo es expresado de formas muy diversas, pero la idea fundamental puede resumirse así: "si solamente lo hacemos nosotros, los países que no lo hagan se verán favorecidos". Algo muy parecido a lo que más de 10 años después recitaba el citado parlamentario del PP: "Este impuesto además sería profundamente nocivo para la economía española. Sería un impuesto que provocaría deslocalización financiera, ya que al aplicarse exclusivamente en el territorio español es evidente que todas esas operaciones se producirían en el extranjero" [3]. El diputado del PP se había permitido en la misma intervención parlamentaria una buena dosis de indiscutible interés por los desfavorecidos del mundo actual al afirmar encendidamente: "Se trata de un impuesto contra el comercio mundial. Se trata de un impuesto contra el desarrollo porque grava todo tipo de operaciones de comercio exterior. Es un impuesto antisocial. Es un impuesto nocivo para los países en desarrollo; es la antiayuda al desarrollo." A lo cómico añadió el esperpento....

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