viernes, 4 de noviembre de 2011

La corrupción del discurso

Lluís Duch, y Albert Chillón
El País
 
Demasiados políticos, economistas y periodistas tejen una 'neolengua' que, como en la pesadilla de Orwell, reduce el polifacetismo y la complejidad del mundo a una jerga tecnocrática y opaca.
 
El principal partido de la oposición acusa al Gobierno de "connivencia" o "chalaneo" con ETA durante años, tacha sus desatinos y errores de aviesas "mentiras", omite evidencias y contextos a fin de argüir que la quiebra en curso solo se ceba en España. La jerarquía católica azuza a sus medios y corifeos para acusar a quienes defienden el derecho al aborto de promover la muerte de infantes. Un expresidente del Congreso y padre de la Constitución se declara convencido de que el irresuelto encaje de Cataluña en España podrá resolverse sin recurrir a bombardear Barcelona como ha pasado "no sé cuántas veces". Los soberanistas periféricos proclaman sin rebozo el "expolio" que sus patrias, edénicas víctimas, sufren a manos del Estado victimario. Demasiados políticos y economistas, periodistas y profesores, financieros y empresarios tejen de consuno una neolengua que, como en la pesadilla de Orwell, reduce el polifacetismo y la complejidad del mundo a una jerga tecnocrática y opaca.
 
Apenas citamos un ramillete de ejemplos de distinta envergadura y calado -entre la negligencia expresiva y el voluntario fraude- para ilustrar la pujante corrupción del discurso que hoy cunde, grave dolencia en la que Occidente empezó a reparar hará 10 años, cuando fue arrastrado a una guerra contra el eje del mal que aún colea, en pos de las espectrales armas de destrucción masiva. Alentado por la frivolidad ética y política que cierto posmodernismo auspicia, el trastorno ha ido cobrando visos de pandemia, y encuentra en la actual debacle uno de sus campos de acción dilectos......
 

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