domingo, 4 de marzo de 2012

La era del delirio

Margarita Rivière
El País.
  
"Hoy, los españoles ya no somos mercado sino que nos postulan como alternativa a lo que ya no son los chinos: mano de obra barata".

¿Recordáis que el ministro Solchaga explicaba al mundo “lo mucho que a los españoles les gusta consumir”? Esto pasaba a finales de los ochenta: aquella sociedad de pobretones, de quiero y no puedo, se transformaba en mercado. Así se pactó nuestra integración en Europa. Nuestro destino parecía sellado: democracia y mercado, sinónimos. Tras el milagro español la Europa de los 27 se convertiría, sacando pecho, en el mayor mercado del planeta. Y allí estábamos, satisfechos. Hay que hacer memoria.
 
El enorme mercado europeo ayudó a sacar a los chinos y a otros de la miseria: Europa exportó desarrollo, dio trabajo y consumió productos (baratos) de la otra punta del mundo. Esto sucedía en la economía real y, obviamente, era la parte aparentemente buena de lo que acabó llamándose globalización.
 
En paralelo se producía otra globalización: en 1997 las transacciones financieras ya superaban 15 veces las de la economía productiva. Hoy las transacciones financieras equivalen a 70 veces la economía real (datos de Le Monde Diplomatique, Francia, febrero 2012). La globalización de lo real se diluía en la vorágine del dinero futurible. El cuento de la lechera se hacía realidad. Era el triunfo de la cultura del beneficio económico sin fin: las novísimas tecnologías, pura magia, multiplicaban el dinero virtual y lo transformaban en poder real. Desde hacía 30 años crecía imparable una cultura hegemónica y contagiosa: ¿cómo no querer ser rico? ¿No lo dejó claro Margaret Thatcher al señalar, con su capitalismo popular, que "sólo son pobres los que quieren serlo"?......
 

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