jueves, 15 de marzo de 2012

Meteorología de la crisis

Pablo Bustinduy
Rebelión
 
Llamar “crisis” a la guerra económica que estamos viviendo es una forma de hurtarnos la realidad. Sirvan de muestra los recortes, que se nos dan ya masticados y rumiados con el viejo silogismo tramposo del no hay alternativa : los hechos son los que son, y siendo los hechos los que son, hay que hacer lo que hay que hacer. El mensaje de los tecnócratas está claro: solo hay un relato posible, y nosotros lo administramos. Por eso nos hablan de la crisis como se habla del tiempo; suben o bajan las temperaturas y sube o baja la prima de riesgo, como si todo esto fuera un tifón o una helada que cayó sin avisar para arruinarnos la cosecha. La ventaja de este relato es su esterilidad. No hay cualidades, no hay culpas, no hay razones ni responsabilidades. Hay un presente blindado, romo, irrespirable, sin historia ninguna ni futuro posible. 
 
Por eso lo más importante que ha pasado en los últimos tiempos es que ese relato por fin ha empezado a politizarse. Politizar un relato quiere decir abrirlo, desvestirlo, afirmar la necesidad absoluta de volver a pensar lo que se cuenta para encontrarle razones y conclusiones diferentes, para ver otras escenas a partir de los mismos hechos. Y resulta que, en efecto, basta excavar un milímetro en la superficie de la crisis para que aparezca algo bastante diferente. Dicho mal y pronto, lo que aparece es un casino financiero de una complejidad endiablada, que se dedica a la conversión permanente de riqueza social en beneficios privados. Es un pillaje sistemático, que ha convertido la economía real en un inmenso mecanismo de garantías para cubrir las apuestas demenciales de un puñado de jugadores invisibles e irresponsables. Las cartas están trucadas. Cada vez que la banca salta por los aires, los poderes públicos corren a drenar las pérdidas a nuestro cargo. Es otra forma de explicarlo......

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