domingo, 28 de junio de 2009

No podemos confiar en los sistemas privados de pensiones

José Antonio Pérez - ATTAC Madrid

Los detractores de las pensiones públicas, que por lo general escriben al dictado de los intereses de la banca, nos amenazan a diario con la quiebra del sistema. Si bien sitúan la inminente catástrofe en un horizonte temporal que oscila entre las décadas de 2020 a 2060. Cuarenta años de imprecisión en los cálculos dicen poco a favor de quienes los realizan. Mientras tanto, los que ahora mismo está fallando son los sistemas privados de pensiones.

Hay que ser muy ingenuo para creer que un plan de pensiones privado puede ser más sólido que el sistema público. Éste cuenta con el respaldo del Estado, que tiene medios suficientes para impedir la quiebra en caso de que en algún momento se desequilibre la proporción entre cotizantes y receptores de pensiones.

Sin embargo, si un fondo privado de pensiones entra en pérdidas, sus gestores saldrán corriendo y dejarán a los suscriptores con el culo al aire. Mientras que entre el Estado y los ciudadanos existe un contrato social implícito para que nadie quede desasistido, la ética asistencial no entra en los cálculos de la empresa privada. La solidaridad está excluida del repertorio neoliberal, cuyos ideólogos defienden el dogma del egoísmo como motor de las relaciones humanas. “No es la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio”, dejó escrito su profeta Adam Smith. Por lo tanto, tenemos perfecto derecho a pedir a los financieros que saquen sus zarpas de nuestras pensiones.

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