En plena crisis económica y financiera, los políticos se han sentido obligados a gesticular de cara a la galería y a mostrarse enérgicos en el anuncio de estrictas y severas medidas contra los paraísos fiscales. Incapaces de encontrar soluciones a la recesión más importante desde la gran depresión del 29, los líderes del G-20 consideraron conveniente la amenaza y el ataque más furibundos dirigidos a un chivo expiatorio que, de pronto, asumía las culpas de una catástrofe causada por otros. Se ha desencadenado, pues, una auténtica ofensiva de cruzada o de guerra santa contra los paraísos fiscales que, en realidad, es una manifestación evidente de hipocresía y cinismo.
Lo primero que hay que decir es que esos santuarios, refugios o escondites -que esto es lo que significa tax haven, no confundir con tax heaven, que sí podría traducirse como cielo o paraíso- fueron creados y han sobrevivido gracias a la iniciativa, el apoyo o la tolerancia de los países grandes. Los piratas y contrabandistas siempre han existido, pero sus actividades quedaban fuera de la ley. En cambio, los refugios fiscales tienen la base de un Estado pequeño o grande. De Mónaco, Somerset Maugham dijo que era un lugar soleado para personas sombrías. Sin embargo, a la hora de la verdad, las grandes potencias han utilizado siempre los santuarios como válvula de seguridad y como instrumento para sus empresas.....
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