La desigualdad social y,
específicamente, la desigualdad socioeconómica, está adquiriendo, de
nuevo, gran relevancia para la sociedad. Ha pasado al primer plano de
las preocupaciones de la población y se refleja en el ámbito político.
Ha sido reconocida como importante problema por personalidades mundiales
como Obama y el Papa Francisco, así como por instituciones
internacionales nada sospechosas de izquierdismo como el Banco Mundial y
la OCDE. Podemos decir que, en el año 2013, se ha convertido en uno de
los temas más significativos entre la opinión pública y reconocido en
los medios de comunicación. La evidencia de esa realidad, la relevancia
de la nueva cuestión social, se impone en las distintas esferas.
No obstante, existen desacuerdos sobre su dimensión, sus
características y sus causas, cómo afecta a los distintos sectores
sociales y cómo se está configurando la nueva estratificación social,
los ganadores y los perdedores. Y, sobre todo y conectado con todo ello,
qué posiciones normativas y dinámicas de cambio sociopolítico se están
generando para deslegitimarla frente a los planes neoliberales para
reforzarla o infravalorarla.
La deslegitimación de la desigualdad social
Existe un amplio rechazo ciudadano y masivas resistencias populares
frente a la situación de desigualdad social, reforzada por la crisis
socioeconómica y la política dominante de austeridad. Sus expresiones
más directas son el paro masivo, la reducción del poder adquisitivo de
los salarios medios y bajos y el recorte de los servicios públicos
–sanidad, enseñanza…- y la protección social –pensiones y desempleo-.
Afecta a la deslegitimación de los poderes públicos, por su gestión
regresiva, pone el acento en la exigencia de responsabilidades de los
causantes de la crisis socioeconómica y plantea un cambio de rumbo, más
social y democrático. Es crucial el desarrollo de la pugna cultural por
la legitimidad de la actuación de los distintos agentes respecto de la
desigualdad social......
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