Nacho Álvarez
El Diario.es
La izquierda social del Estado español demanda desde hace
meses –en ocasiones a gritos– un vector capaz de remover la situación
actual y desencadenar un proceso de refundación de la izquierda.
Durante los últimos meses las oligarquías económicas
y políticas se esfuerzan por trasladar insistentemente una idea a la
opinión pública: lo peor ya pasó. Así, la crisis económica ya habría
tocado fondo y la crisis política –condensada en el hundimiento del
bipartidismo– estaría comenzando a superarse.
La
realidad sin embargo es tozuda. Mientras persistan el elevadísimo
desempleo, los recortes salariales, la emigración de nuestros jóvenes y
la pérdida de derechos, la inmensa mayoría de la ciudadanía seguirá
viviendo en crisis. Mientras perdure “la vieja política”, el actual
régimen de representación permanecerá impugnado. De hecho, las últimas encuestas
siguen reflejando una enorme indignación popular: según datos de
intención directa de voto, únicamente el 12,5% de los encuestados
votaría al PP, el 12,9% al PSOE y el 9,9% a IU. Lo verdaderamente
relevante es que el 19,4% se abstendría y el 20,8% aún no lo ha decidido
o no lo sabe. Es más, la fidelidad de voto (factor por el que se
pondera, entre otros, la intención directa de voto para ofrecer las
estimaciones del resultado electoral que habitualmente vemos en las
encuestas), arroja un hundimiento duradero y estructural: ha pasado del 70-80% para los votantes de PP y PSOE entre 2000-2009, a oscilar actualmente en torno al 45% en ambos casos.
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