La crisis actual ha confirmado el sentimiento y el afán de millones de seres para que desaparezca de una vez el sistema capitalista, basado desde su origen en la injusta explotación del trabajo humano, el ansia de lucro ilimitado y el expolio destructor de los bienes de la Tierra. El daño que está haciendo a la humanidad y a la naturaleza comienza a ser irreversible y casi tan amenazante como una guerra nuclear. Las alternativas históricas que propugnaban la llamada “revolución social” fracasaron en su combate, debido a la represión de dictaduras reaccionarias –inducidas y sufragadas por el capital–, o a la forzada y astuta “cohesión social” que este supo crear mediante una socialdemocracia manipulada, dividiendo y comprando a las clases trabajadoras con el señuelo del bienestar tras siglos de miseria y, sobre todo, inyectando en toda la ciudadanía como “pensamiento único” su materialismo, su ética individualista y su ideología conservadora. Esto convirtió a los revolucionarios en “profetas desarmados”. Dos siglos de luchas, sacrificios y muertes parecían perdidos....
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