La próxima reunión del G-20 sobre la crisis financiera se está haciendo esperar con razón. Desde la anterior de Washington prácticamente no se han tomado medidas que pongan freno definitivo a los problemas financieros, salvo las que ya se habían adoptado para rescatar bancos y, en otro orden, para tratar de paliar sus efectos en la economía real.
Es una reunión que debería ser trascendente y en la que sería muy necesario que se plantearan y adoptaran medidas no solo coyunturales sino de medio y largo alcance. Aunque los que allí se van a reunir representan mucho poder pero no a todos los intereses afectados del planeta, lo cierto es que constituye un escenario apropiado para que los gobiernos pudieran mostrar no solo preocupaciones inmediatas sino propuestas de vías definitivas de solución a problemas y modos de funcionamiento que de no atajarse pueden convertirse en amenazas crónicas para la estabilidad económica y mundial en todo el planeta.
Hubiera sido muy importante, pues, que el gobierno español que tanto ha luchado por estar presente se hiciera notar allí con ideas renovadoras y eficaces pero las diez propuestas que llevará son francamente decepcionantes....
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