Una de las cosas que más llaman la atención de las personas sensibles, al valorar lo que está ocurriendo en el mundo durante los últimos meses, es el enorme desfase existente entre la dimensión de la crisis y la tibieza de la respuesta de los sectores sociales particularmente golpeados por la misma. Este desfase resulta tanto más llamativo cuanto que, desde hace más de diez años, han sido numerosas las voces que se han alzado para proclamar la insostenibilidad del modelo neoliberal dominante. Además, muchas de estas voces no eran sólo críticas del neoliberalismo y del capitalismo salvaje, sino que hicieron propuestas alternativas que movilizaron a otras muchísimas personas en todo el mundo. Ahora, en cambio, parece que hayamos entrado en un estado de necesidad: se habla muy poco de estas propuestas alternativas y las movilizaciones altermundialistas han decaído de forma alarmante.
Supongo que eso es lo que hay en el fondo de tantos y tantos recurrentes chistes sobre las nacionalizaciones en curso, sobre el retorno de Marx, sobre lo que la gente dice querer y hace realmente y sobre los silencios del altermundialismo. Tal vez el más negro de todos los chistes sobre el abismo existente entre la profundidad de la crisis y la tibieza de la respuesta de los críticos sean las palabras que El Roto ponía en boca de su barbudo personaje el pasado martes 10 de marzo: “Yo era profundamente anticapitalista, pero cuando vi cómo se derrumbaba, sin dudar un instante, corrí en su ayuda”....
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