Mario Rapoport
Página/12
Dios debe
estar preocupado, o al menos su delegado en la tierra, el criollo papa
Francisco. Desde hace tiempo alguien se está robando los paraísos.
Claro, no se trata de los bíblicos, pero puede prestarse a confusión.
Hablamos de otro tipo de paraísos, los fiscales. Por supuesto sólo roban
parte del nombre, que no es lo más importante, el robo principal se
hace a los gobiernos de sus respectivos países a través de la evasión
fiscal o de manera más criminal por el lavado de dinero que también allí
se efectúa.
En verdad, todas las palabras que se usan son casi simbólicas,
extraídas tanto de la Divina Comedia como de Robert Louis Stevenson. Se
habla de fuga de capitales que se refugian en Islas del Tesoro. John
Silver, el temible marinero de la pata de palo, debe estar sorprendido:
los piratas se reunían en hediondas cavernas y ahora se utilizan
esterilizadas bóvedas, de esas que son expertos en descubrir George
Clooney, en sus films, y algún periodista argentino, que las debe
conocer muy bien de tanto entrar y salir de ellas. Y no se emplea la
pala para ocultar o desenterrar un tesoro. Ahora hay que aprenderse
esotéricas claves (números, palabras, un dedo de la mano, un dedo del
pie). Y los hacen señores bien trajeados y con lujosos portafolios que
no llevan más oro o diamantes, sólo billetes de color verde y quizá, de
lástima, algunos fajos de desgastados euros.
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