Vicenç Navarro
Público.es
Recientemente publiqué un artículo crítico de las tesis a favor del decrecimiento (“El movimiento ecologista y la defensa del decrecimiento”) en mi columna Dominio Público del jueves en Público
(29.08.13), que ha generado una larga y extensa respuesta. En dicho
artículo aplaudía al movimiento ecologista progresista por su
extraordinaria labor concienciando a la ciudadanía del enorme daño que
se está produciendo en el bienestar de la población a través de cambios
en el ambiente. Alertaba, también en el mismo artículo, del peligro que
suponen algunas voces dentro del movimiento ecologista conservador (que
también existe) que, según indicaba, podrían ser utilizadas (incluso, en
ocasiones, en contra de su deseo) por fuerzas regresivas que estaban
deteriorando aquel bienestar popular.
La respuesta al artículo,
expresada con bastante intensidad, incluía (además de los predecibles
insultos y sarcasmos) observaciones que exigen una respuesta,
precisamente por el respeto que me merece la mayoría de movimientos
ecologistas existentes en España. Dos de ellas merecían especial
atención. Una era que los datos que yo utilizaba eran fácilmente
refutables (sin nunca señalar cuáles) y otra (expresada con gran
condescendencia) era que yo desconocía el tema, consecuencia de haber
escrito sobre estos temas desde hace poco tiempo (sin señalar tampoco
dónde estaba tal desconocimiento). Eran, pues, críticas genéricas,
carentes de especificidad.
Veamos ahora los datos. Los
que utilicé procedían, todos ellos, (como indiqué y cité en mi artículo)
de mi buen amigo Barry Commoner, fundador del movimiento ecologista
progresista estadounidense, citando las fuentes de estos datos. Siempre
tuve plena confianza en la credibilidad científica de Barry Commoner, y
no tengo ningún motivo o evidencia para cambiar de parecer. Y ninguno de
los que consideran esos datos como erróneos (incluyendo a los
comentaristas a los que me refiero) aporta ninguna evidencia que los
cuestione. Los datos, pues, continúan mostrando que Commoner llevaba
razón en su crítica a Paul Ehrlich (el ecologista maltusiano conservador
que todavía ejerce gran influencia en el movimiento a favor del
decrecimiento)......
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