Gustavo Duch Guillot
La Jornada
Que pocas corporaciones
globales y fondos capitalistas estén sistemáticamente pertrechando
crímenes ecológicos y sociales en todo el mundo –en forma de explotación
de minas a cielo abierto, expulsando pueblos de sus moradas,
privatizando zonas marítimas o acaparando las semillas– sólo se explica
por una perfecta arquitectura de impunidad construida con la complicidad
de gobiernos neoliberales, que, como un sastre particular, tallan a su
medida legislaciones que les protege y favorece. Por si tales mecanismos
no fueran suficientes, las propias empresas se acicalan con maquillajes
color verde solidario en tiernos espots publicitarios donde explican su
compromiso con el planeta y la humanidad.
Bajo esta farsa –insitucionalizada con el apelativo de
Responsabilidad Social Corporativa (RSC)– encontramos al BBVA, Unión
Fenosa, Repsol o Iberdrola, qué más da, presumiendo de lo que no son:
empresas comprometidas con la calidad de vida de las personas, con el
cuidado del medio ambiente, o una empresa que escucha a la gente.
El mecanismo siempre es parecido. Primero se comete el delito,
explotar mano de obra o expoliar recursos naturales. A continuación,
como es lógico, llegan las denuncias, los reclamos, la lucha y se deja
en evidencia a tales corporaciones, y entonces, éstas contratacan con
directores de marketing en las cocinas que le dan la vuelta a
la tortilla. Nuestros negocios –dicen entre fogones– favorecerán el
desarrollo de la zona. Y finalmente llegamos a la fase más perversa,
cuando instituciones internacionales gubernamentales y no
gubernamentales
avalan y promocionanel elegante vestido de la prestigiosa marca RSC......
No hay comentarios:
Publicar un comentario