Rebelión
En algún momento he señalado que en términos generales las gentes de la izquierda tradicional se han portado decentemente en relación con el movimiento 15-M: han participado en las asambleas, han rehuido las identificaciones partidarias y se han percatado del significado de lo que estaba ocurriendo. Lo anterior es verdad aun cuando no hayan faltado en algunos lugares problemas que calificaré de menores --intentos, por ejemplo, de manipulación y control-- y aun cuando algún responsable político --así, el candidato de IU a la alcaldía de Madrid, Ángel Pérez, o el otrora máximo dirigente de Esquerra, Josep-Lluís Carod-Rovira-- haya realizado declaraciones impresentables.
Si la izquierda tradicional ha estado genéricamente a la altura de las circunstancias, cabe preguntarse de quién no puede decirse otro tanto. Me olvidaré ahora de la ruindad ingente que rodea a los sindicatos mayoritarios; qué llamativo parece que haya sido el movimiento 15-M el que haya convocado el pasado día 19 las manifestaciones contra el Pacto del Euro, mientras las cúpulas de CCOO y UGT guardaban silencio. Me interesa prestar atención, antes bien, a un grupo humano cuya conducta ante los hechos de las últimas semanas merece más de un comentario. Hablo de esa constelación progresista de la que forman parte un buen puñado de estrellas de la intelectualidad y de las artes.
Lo primero que me produce sorpresa es el hecho de que estas gentes no duden en utilizar, para identificarse, la etiqueta de progresistas. Pocos términos hay más gastados que éste. Gastados, en primer lugar, por la retórica vacua que ha empleado en los últimos decenios el partido que sigue dirigiendo el Gobierno español. ¿Cómo es posible que quienes en estas horas afirman que quieren romper amarras con todo lo que significa ese partido no duden en seguir empleando un calificativo tan delatador? Siempre cerca de estructuras de poder, nuestros progresistas se han adherido en el pasado a todas las miserias imaginables. ¿Alguien ha olvidado, por cierto, la lista de partidarios del Tratado Constitucional de la Unión Europea --surtidor principal de la mierda que hoy arrastramos-- que promovió la SGAE en diciembre de 2004? No parece, en un terreno próximo, que estas gentes se hayan desmarcado convincentemente de sus intereses personales, en un escenario en el que no menudean las noticias que den cuenta de cómo han reconocido públicamente sus errores del pasado.....
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