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El nuevo ciclo de movilizaciones populares que se extiende por las
calles y plazas del mundo, desde las primaveras árabes hasta la reciente
ola de protestas en Turquía y Brasil, tiene como substrato común la
lucha por la demodiversidad o, en palabras de Boaventura de Sousa
Santos, por “la coexistencia pacífica o conflictiva de diferentes
modelos y prácticas democráticas”.
Las luchas por la demodiversidad implican una doble tarea:
1)
denunciar las limitaciones de la democracia liberal, que se ha revelado
un sistema político ineficiente, opaco, reproductor de desigualdades,
subordinado a intereses privados y sostenido, en buena medida, por la
corrupción, el conformismo y la apatía. Y
2) rescatar experiencias
democráticas alternativas desacreditadas por la concepción arrogante y
empobrecedora de la democracia que predomina en la academia y la
sociedad. La “democracia primitiva” sumeria estudiada por Jacobsen; la
deliberación directa del demos en la ekklesia en la Atenas
de Pericles; la democracia directa en determinados cantones suizos que
inspiró las ideas políticas de Rousseau; la democracia jacobina en la
Francia revolucionaria; los procesos de decisión política en la lógica
del poder comunal del que habla Tocqueville en referencia a la comuna de
Nueva Inglaterra; la democracia oral ejercida en torno al árbol de
palabras en aldeas africanas, alrededor del cual se toman decisiones
sobre la vida cotidiana; la Comuna de París, exponente histórico de la
democracia obrera participativa; la democracia de los soviets (consejos
de trabajadores, soldados o campesinos) en los inicios de la Revolución
rusa; la formación de comunas campesinas en la China de Mao Zedong; la
democracia comunitaria directa de los ayllus andinos; el “mandar
obedeciendo” y la “palabra verdadera” de la democracia zapatista; los
consejos comunales en Venezuela; las democracias populares en Europa del
este entre 1945 y 1989; los presupuestos participativos;.....
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