Eduardo Garzón
Saque de Esquina
Ya está aquí la reforma de la Administración Local. Después de mucho 
tiempo tentando el terreno con amagos y otros globos-sonda, parece que 
el gobierno de Rajoy se ha decidido plenamente a materializar esta 
controvertida reforma. Sus impulsores defienden que el objetivo es 
aumentar la eficiencia de las administraciones locales para disminuir 
gastos innecesarios. Dicho así, no suena nada mal. Lo que ocurre es que 
cuando uno bucea en lo que viene recogido en el anteproyecto de la 
reforma, se da cuenta de que nos quieren dar gato por liebre (¡una vez 
más!). En realidad ni siquiera tiene sentido que hablemos de una 
“reforma”; sino que podemos hablar perfectamente de una “deconstrucción”
 de las administraciones locales.
Las medidas recogidas en este programa consisten en reducir (nada de hacer más eficiente) la actividad municipal fundamentalmente a través de dos vías:
1)      Suprimiendo competencias locales (sobre todo en materia de 
salud, educación y servicios sociales). Esto quiere decir que muchas 
funciones que ahora realizan los ayuntamientos pasarán a efectuarse por 
administraciones públicas superiores. Esto no es mejorar la eficiencia 
de la actividad, sino centralizar el núcleo del poder. De hecho, al 
distanciar la oferta de las funciones de su demanda, es de prever que se
 producirán pérdidas de eficiencia; y sobre todo, de adecuación y 
calidad. Son los municipios de menos de 20.000 habitantes los que se 
encuentran en el ojo del huracán.
 

 
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