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Resultado del gran dominio que las fuerzas conservadoras tuvieron en
el proceso de transición de la dictadura a la democracia, España ha
continuado siendo uno de los países con mayores desigualdades de renta y
de propiedad. Ni que decir tiene que han habido cambios desde que se
estableció la democracia respondiendo en gran parte a intervenciones
públicas que han tenido un impacto redistributivo. Pero estas
intervenciones, siempre limitadas, no han conseguido que nuestro país
deje de ser uno de los más desiguales de la Unión Europea de los Quince
(UE-15), el grupo de países más ricos de la Unión Europea.
Esta desigualdad se ha caracterizado por una gran concentración de
las rentas y de la propiedad en grupos de la población muy minoritarios
que derivan sus ingresos de las rentas del capital, mientras que la
mayoría de la población, que deriva sus rentas del trabajo, ha visto una
disminución de sus rentas (en términos proporcionales) con descenso de
su capacidad adquisitiva. Esta situación ha sido paliada debido a la
relativa facilidad en conseguir crédito, lo cual ha enriquecido al
capital financiero. En realidad, la extensión de este último se basa en
la escasa capacidad adquisitiva de la población trabajadora, sea
asalariada (que trabaja para otros), sea autónoma (que trabaja para sí
mismo). Esta situación ha sido muy acentuada en los últimos años debido a
la burbuja inmobiliaria, que se basó en un enorme endeudamiento y en
una gran expansión del capital financiero. Así, la ratio 20/20 (que mide
la relación existente entre los ingresos del 20% de la población con
mayores ingresos y el 20% de menos ingresos), pasó del año 2005 al año
2010, de un 5,5 a un 6,9, mientras que se ha mantenido en el 5 en el
resto de la Unión Europea.....
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