Immanuel Wallerstein
La Jornada
Al persistente nuevo 
levantamiento en Turquía le siguió uno aún más grande en Brasil, que a 
su vez fue seguido por otro menos difundido, pero no menos real, en 
Bulgaria. Por supuesto, no fueron los primeros, sino meramente los más 
recientes en una serie en verdad mundial de tales levantamientos en los 
últimos años. Hay muchas formas de analizar este fenómeno. Los veo como 
un proceso continuado de lo que comenzó como la revolución-mundo de 
1968.
Con toda seguridad, cada levantamiento es particular en sus detalles y
 en la compenetración interna de las fuerzas en cada país. Pero hay 
ciertas similitudes que deben apuntarse, si es que pretendemos hacer 
sentido de lo que está ocurriendo y decidir lo que deberíamos hacer 
todos nosotros como individuos y como grupos.
El primer rasgo común es que todos los levantamientos tienden a 
empezar con muy poco –un puñado de gente valerosa que se manifiesta en 
torno a algo. Y luego, si prenden, lo cual es en gran medida 
impredecible, se vuelven masivos.
 

 
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