León Bendesky
La Jornada
La confianza en que el
mercado puede ordenar las relaciones sociales de manera eficaz, no sólo
en la determinación de las pautas del intercambio, sino de la asignación
de los recursos, la generación de riqueza, la distribución del ingreso y
hasta alguna forma de generar garantías sociales duraderas con algo de
ingeniería en las políticas públicas está hoy, no cuestionada, sino en
ruinas.
Del severo análisis de Polanyi (La gran transformación) se desprende que los mercados tienden a destruir la sociedad y, entonces, la gente debe ser protegida contra las consecuencias de las fluctuaciones del mercado, sobre todo en un entorno de amplia liberalización. Los mercados no deben decidir acerca de la sobrevivencia o la privación de los individuos.
Las políticas sociales, como las de Estado de bienestar –en sus distintos modelos– aceptaban de alguna manera que la gente necesita acceso a los cuidados de la salud y la educación, ayudas en caso de desempleo, pensiones para el retiro y otros muchos apoyos públicos. Esto no significa necesariamente que se excluya la operación de los mercados, pero sí requiere evitar que provoquen estragos en la población....
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