domingo, 10 de marzo de 2013

Lecciones de la historia: el consumo y la demanda en las crisis sistémicas

David Adolfo Caballero Ortiz
EconoNuestra 
¿QUÉ NOS ESTÁN CONTANDO?
La vorágine informativa de datos y terminología económica con que hemos sido bombardeados desde que estallara en 2007 la crisis de las hipotecas subprime[1] en EEUU, ha abierto numerosos debates en torno al papel que juega la economía y los economistas en este mundo globalizado de comienzos del siglo XXI.
Pero en todos ellos, el ciudadano de a pie encuentra el mismo impedimento: un vocabulario calculadamente ininteligible, y en ocasiones cargado de eufemismos, que hurta el debate público. Así, asistimos perplejos a cómo los “entendidos” –muchos de ellos culpables y cómplices de la crisis-, ofrecen su receta mágica para superar la recesión.
Dándole a las cuestiones económicas un halo de dogmatismo, despliegan el credo neoliberal como un calvario ineludible y sitúan los preceptos de su ideología por encima del bien y del mal, y siempre por delante de las decisiones democráticas de los ciudadanos: la austeridad no es un programa electoral, sino una imposición a través de la cual, la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, nos someten con sus programas de ajuste, excusados en las demandas de los mercados.
Cinco años después de estallar la crisis, y casi tres años después del giro de 2010 del entonces gobierno socialista hacia el llamado ajuste, España se encamina a la miseria, con un desempleo descontrolado[2] y un empobrecimiento alarmante. El siguiente cuadro representa el índice de miseria, medido como la suma del paro y la inflación[3]:
Entre toda esta apabullante propaganda, que presenta las decisiones tomadas como inevitables, se les ha olvidado explicarnos qué país ha conseguido remontar gracias a los programas de ajuste y austeridad que promocionan. Los casos de Brasil, Uruguay y Argentina nos enseñan que solamente cuando estos países se apartaron de la ortodoxia de los planes de ajuste impuestos por el FMI y el BM, consiguieron superar sus crisis[4]. Los casos actuales de Grecia, Portugal y España están demostrando que ésta es una política desastrosa que genera enormes brechas sociales y miseria, resultando un extraordinario caldo de cultivo para el fascismo[5]......
 
 

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