Gustavo Duch
Alainet
En Mozambique, empresas brasileñas y japonesas están haciendo 
prospecciones de tierras en la zona conocida como Corredor de Nacala 
para llevar a cabo en 14 millones de hectáreas una agricultura 
industrial de cultivos que alimentarán a las multinacionales de la venta
 de piensos para animales o agrocombustibles para camiones. En la 
República Dominicana, la población se manifiesta ante la embajada de 
Canadá para detener la mina a cielo abierto que busca oro en Pueblo 
Viejo; a la gente campesina les preocupa la contaminación con cianuro de
 sus tierras. La biodiversidad agrícola argentina en pocas décadas se ha
 convertido en un monocultivo de soja que, en manos de pocos 
terratenientes, es un fabuloso negocio para engordar la ganadería 
europea. Y ahora, en Cataluña, como en otros muchos lugares, afloran las
 intenciones de perforar el territorio rural en la búsqueda de cuatro 
gotas del gas denominado de esquisto.
Los intereses de la agroexportación, los cultivos energéticos, la minería o el fracking
 los podemos interpretar como un verdadero asalto de las grandes 
corporaciones del planeta para hacerse con los bienes naturales y 
colectivos. En todos estos casos estamos hablando de tres elementos 
comunes: acaparar grandísimas extensiones de tierra fértil y cultivable;
 controlar las grandes cantidades de agua que éstas esconden y que son 
necesarias para su cultivo o para la extracción de los minerales o del 
gas; y, con la tierra y el agua en sus manos, usarlas con tanta 
agresividad que, con total seguridad, llevarán al agotamiento y muerte 
de dos recursos, antes renovables y siempre vitales.....
 

 
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