Fernando Luengo 
EconoNuestra
Estancamiento o
 reducción de los salarios. Aquí reside el núcleo duro de las políticas 
de cambio estructural; las que promueven los gobiernos, las que impone 
la troika y las que exigen los mercados. La “devaluación interna” -un 
eufemismo muy conveniente para diluir el verdadero objetivo de esas 
políticas: que los trabajadores carguen con el coste de la crisis-, se 
justifica, nos dicen, por la necesaria austeridad, en lo público y en lo
 privado, al tiempo que nos aseguran que reportará beneficios a los 
trabajadores y al conjunto de la población. Ya se sabe, la letanía de 
siempre: más crecimiento, más empleo… y, en definitiva, salida de la 
crisis.
         Pero vayamos al grano. Las denominadas políticas de “moderación
 salarial” (atención al lenguaje nada neutral) ayudarán, según sus 
promotores, a restablecer los beneficios de las empresas y, de esta 
manera, favorecerán la actividad inversora; asimismo, al mejorar la 
competitividad de las exportaciones, contribuirán a reducir el saldo 
deficitario de la balanza comercial, aliviando las necesidades de 
financiación externa y, de este modo, liberando recursos que podrán ser 
utilizados para financiar las medidas pro crecimiento.
 

 
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