Gerardo Pisarello y Jaume Asens 
Sin Permiso 
El
 intento del Partido Popular de vincular a la Plataforma de Afectados 
por la Hipoteca (PAH) con ETA y con el nazismo ha resultado un fracaso. 
La operación ha sido tan burda que ni siquiera ha conseguido convencer a
 algunos aliados usuales en estas campañas de miedo y orden. Estos 
sectores se han mostrado dispuestos a discutir sobre las “líneas rojas” 
que ninguna protesta social debería traspasar. Pero se han negado a 
aceptar que cualquier protesta incómoda pueda hacerse pasar sin más por 
coacción, violencia, o peor, terrorismo. Esta reacción puede 
considerarse uno de los grandes éxitos de la PAH: haber conseguido que 
el ‘escrache’  del poder contra las familias desahuciadas y
 endeudadas aparezca como un peligro más temible que el que se intenta 
atribuir a estas últimas. Con todo, no se trata de un triunfo 
definitivo. Por un lado, porque a pesar del rechazo de las tesis del 
gobierno, existe un sector social significativo que considera que el 
‘escrache’ o señalamiento público es un error. Que se trata de un 
ejercicio inadmisible de coacción sobre cargos electos que abre las 
puertas a  prácticas que serían difíciles de justificar en 
otros casos. Por otro, porque la alianza entre poder político y poder 
económico-financiero que ha perpetrado la estafa de las últimas décadas 
está cada vez más deslegitimada, pero conserva espacios decisivos de 
poder. Y ha quedado claro que los utilizará sin miramientos para 
desplazar la atención o para criminalizar cualquier reclamo que 
considere amenazador. 
Los ‘escraches’ de la PAH como legítimo ejercicio de la libertad de crítica
Se
 ha dicho mucho en la última semana acerca de la legitimidad del 
‘escrache’. Pero a menudo se ha tratado de un juicio abstracto, que 
prescinde tanto de las razones de la PAH como del contexto concreto que 
lo origina. Como es sabido, esta modalidad de protesta nació en 
Argentina con un doble objetivo. Por un lado, dar respuesta a la falta 
de actuación estatal en el esclarecimiento de los crímenes cometidos 
durante la dictadura. Por otro, hacer visibles en el espacio público a 
quienes, beneficiándose de dicha impunidad, pretendían pasar 
inadvertidos. Si se compara la situación argentina con la española, se 
detectan diferencias evidentes. Parece excesivo, por ejemplo, comparar 
las desapariciones y asesinatos masivos provocados por la dictadura 
argentina con el “genocidio financiero” simbólicamente denunciado por la
 PAH. Del mismo modo, puede resultar desmedido equiparar a los 
responsables de crímenes de lesa humanidad con los miembros de un 
gobierno o de un grupo parlamentario que se niega a aprobar una 
iniciativa legislativa popular....
 

 
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