Miguel Ángel Mayo 
Mientras Tanto
En plena crisis financiera 
internacional, con problemas endémicos por parte de la mayoría de los 
países para controlar su déficit público de la deuda y bajo la amenaza 
constante de recortes presupuestarios en prestaciones sociales básicas 
—educación, sanidad, desempleo, jubilaciones...—, la sociedad en su 
conjunto demanda una acción contundente y eficaz de los gobiernos frente
 a una de las mayores lacras de la economía: la evasión de capitales 
hacia paraísos fiscales.
Historia
El
 origen de los paraísos fiscales se remonta a finales del siglo XIX, 
cuando el estado estadounidense de Nueva Jersey decidió rebajar sus 
tipos impositivos con el objetivo primordial de “atraer más industria a 
la región”.
Cabe
 hablar en ese momento del “inicio de la competencia fiscal por razón de
 territorio” y fijarnos de inmediato en el cambio en el panorama de 
estos paraísos fiscales, donde la existencia de una actividad económica 
industrial real brilla por su ausencia.
Por
 su parte, Europa —concretamente Suiza— comenzó a ofrecer beneficios 
fiscales y a instaurar mecanismos de opacidad a finales de la Primera 
Guerra Mundial, siendo el verdadero detonante de este tipo de centros la
 posibilidad ofrecida por el Banco de Inglaterra de permitir depósitos 
en moneda nacional fuera de sus respectivos países. Es en ese momento 
cuando se desarrolla una industria financiera en territorios como las 
Islas del Canal, las Islas Caimán, etc.
 

 
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