Jorge Eduardo Navarrete
La Jornada
Hay una tendencia
creciente de desconfianza y rechazo de la opinión europea hacia la forma
en que se ha manejado la crisis del euro, en apariencia interminable.
Se manifiesta desde la aguerrida resistencia a la austeridad en las
calles de Madrid o Atenas hasta el vigoroso debate de ideas acerca de
otras opciones, que rebasa con mucho los marcos estrechos de las
cuestiones monetarias y financieras. En agudo contraste, las decisiones y
acciones formales de autoridades e instituciones de la eurozona y sus
integrantes siguen orientadas a responder a cuestiones que parecen de
plazo cada vez más corto y alcance más y más limitado. Quizá tal resulte
ser también el caso del conjunto de decisiones adoptadas el 6 de
septiembre por el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo –con una
etiqueta novedosa: transacciones monetarias directas– a propuesta de su
presidente, Mario Draghi, visto ahora –excepto en Alemania, por
supuesto– como el eurohéroe.
Se discute, como se sabe, dotar al MEE de un estatus similar al de las instituciones bancarias, que le permitiría obtener créditos del BCE e incluso emitir bonos que servirían como garantía colateral de los créditos que recibiera del banco. Se evitaría así que los países comprometiesen directamente mayores recursos para el MEE, evitando los engorrosos requisitos nacionales de autorización, que han entorpecido y demorado anteriores ampliaciones.....
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