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Eficacia y 15-M
El debate sobre la eficacia no es algo nuevo en el 15-M. Está desde el
comienzo. Qué queremos, cómo conseguirlo. Son preguntas que insistían
una y otra vez en las asambleas de las plazas. Las posiciones se
polarizaron enseguida: ¿debemos volcarnos en conseguir un consenso de
mínimos que oriente la acción o el mayor logro del movimiento es el
movimiento mismo, el proceso de aprendizaje de otras maneras de estar
juntos? ¿Vamos lentos porque vamos lejos o vamos a menos porque no
sabemos dónde vamos? No supimos o no quisimos inventar una diagonal
entre ambas posiciones, una respuesta inédita al debate clásico sobre
procesos y objetivos.
El debate se ha intensificado
tras el primer aniversario del 15-M y en torno al 25-S. Viene atravesado
por una profunda angustia: el proceso acelerado de la catástrofe
económica amenaza con llevárselo todo por delante en un tiempo récord.
¿Cómo se frena esa locomotora desbocada y suicida? Se oye decir: el
primer 15-M -un torbellino caótico y emocional, que avanzaba a golpe de
improvisación, inmediatez y entrega humana sin límites- debe ahora dejar
paso a otra forma “más eficaz”. Puede ser. El 15-M es un movimiento que
evoluciona y se transforma: lo que sirvió en un momento dado puede no
ser lo más indicado en otro, la fidelidad no significa repetición sino
constante recreación. La gracia del 15-M es que es una idea viva y
editable: se puede tocar, alterar, transformar.....
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