Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique
Como
si las vacaciones de verano fuesen un manto de olvido que disipase la
brutalidad de la crisis, los medios de comunicación han tratado de
distraernos con dosis masivas de embrutecimiento colectivo: Eurocopa de
fútbol, Juegos Olímpicos, aventuras estivales de ‘famosos’, etc. Desean
hacernos olvidar que una nueva andanada de recortes se avecina y que el
segundo rescate de España será socialmente más lastimoso… Pero no lo han
conseguido. Entre otras razones, porque los audaces aldabonazos de Juan
Manuel Sánchez Gordillo y el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT)
han roto el conjuro y mantenido la alerta social. El otoño será
caliente.
En
una conversación pública mantenida en agosto pasado (1) con el filósofo
Zygmunt Bauman coincidíamos en la necesidad de romper con el pesimismo
imperante en nuestra sociedad desengañada del modo tradicional de hacer
política. Debemos dejar de ser sujetos individuales y aislados, y
convertirnos en agentes del cambio, en activistas sociales
interconectados. “Tenemos el deber de tomar el control de nuestras
propias vidas –afirmó Bauman–. Vivimos un momento de grave incertidumbre
donde el ciudadano no sabe realmente quién está al mando, y esto hace
que perdamos la confianza en los políticos y en las instituciones
tradicionales. El efecto en la población es una situación constante de
miedo, de inseguridad… Los políticos sugestionan a los ciudadanos para
que siempre tengan miedo, y así poder controlarlos, constreñir sus
derechos y limitar las libertades individuales. Estamos en un momento
muy peligroso, porque las consecuencias de todo esto afectan nuestra
vida diaria: nos repiten que debemos tener seguridad en el trabajo,
mantenerlo a pesar de las duras condiciones de empleo y de precariedad,
porque así obtendremos dinero para poder gastar... El miedo es una forma
de control social muy poderosa”......
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