Alejandro Nadal
La Jornada
La expansión de plantaciones de palma de aceite (Elaeis guineensis)
desde el sudeste asiático hasta inmensas regiones de África es una de
las causas más poderosas de destrucción de bosques tropicales en el
mundo. Cada año miles de hectáreas de bosque son convertidas a la
producción de palma. Biólogos y ecólogos tienen razón en estar
preocupados y en clamar por un cambio en este proceso. Pero algo falta
en su análisis.
Normalmente se proponen cambios en dos vertientes. Por un lado se
sugiere la necesidad de detener o aminorar el crecimiento económico,
como si se tratara de una manía, una moda o una obsesión. Por el otro,
se exhorta a reducir el impacto sobre la biodiversidad a través de
mejores prácticasde manejo de recursos, mejores tecnologías o por medio de mayores niveles de reciclaje y manejo de desechos. ¿Será ésta la solución a largo plazo?
Hoy sabemos que ni el cambio tecnológico, ni los diferentes esquemas
de regulación y certificación, han frenado la destrucción de
biodiversidad. Por ejemplo, en 2001 se estableció un régimen de
regulación para la producción de palma de aceite: la Mesa redonda para
la palma de aceite sustentable (RSPO) que tenía por objeto fijar
lineamientos técnicos para la producción sustentable de palma. Entre las
empresas que acordaron seguir estos principios se encuentran Nestlé,
Unilever, Cadbury, Cargill y Archer Daniels (empresas responsables de 45
por ciento del comercio mundial de aceite de palma). ¿Qué tanto han
cambiado las cosas?.....
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