 Antoni Aguiló
 Antoni AguilóPúblico.es
La democracia representativa como sistema de partidos competitivos en
 el poder se ha revelado completamente inútil para proteger y mejorar 
las condiciones de vida en términos de salud, educación, vivienda, 
trabajo y servicios públicos, lo que se ha traducido en la 
deslegitimación creciente del sistema de partidos debido a su 
complicidad con intereses económicos privados y a la adopción de 
políticas regresivas en lo político, social y ambiental.
Si algo tienen en común las actuales luchas por una democracia real 
es la reivindicación de nuevas formas de hacer política. Consignas 
coreadas masivamente en calles y plazas de todo el mundo, como “no nos 
representan”, “el pueblo unido avanza sin partido” o “no es democracia, 
es partidocracia” revelan un profundo malestar respecto a la democracia 
representativa y sus instituciones (Parlamentos, partidos, elecciones, 
etc.). Las primaveras árabes, Occupy Wall Street, el 15M, Que se Lixe a 
Troika en Portugal, el movimiento estudiantil chileno, Yo soy 132 en 
México y el Movimiento Passe Livre en Brasil son algunas de las 
expresiones más visibles de la búsqueda de  formatos participativos más 
allá de la política liberal. No es casual que buena parte de sus 
activistas repudie la presencia de banderas partidarias o rechace la vía
 electoral como la principal y única forma de promover la transformación
 social.
Si valoran la democracia, los partidos no pueden permanecer al margen
 de las lecciones de la calle; de lo contrario, serán superados por 
formas de asociación democrática más directas y horizontales. ¿Cuáles 
son, a grandes rasgos, estas lecciones?.....
 
 
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