Editorial
Durante
su intervención en el Foro Económico Mundial que se realiza en Davos,
Suiza, frente a representantes de las élites económicas y políticas
mundiales, la canciller alemana, Angela Merkel, abogó por profundizar y
ampliar las
reformas estructuralesadoptadas recientemente en las naciones europeas en problemas –que se han traducido en recortes presupuestales, despidos masivos y aniquilación de derechos sociales, y han derivado en enormes cuotas de sufrimiento para sus respectivas poblaciones– hasta que éstas
surtan efectoy
podamos vivir mejor en el futuro.
Dichas declaraciones, en voz de la jefa de Estado de una de las
mayores economías de Europa y del mundo, son indicativas de la crisis de
percepción de la realidad por la que atraviesa la cumbre económica que
se realiza anualmente en la localidad alpina, cónclave que ha sido
presentado por sus promotores como el espacio más importante del
pensamiento económico contemporáneo y como una instancia para la
presentación de soluciones y perspectivas novedosas. Sin embargo, los
participantes en tales encuentros suelen exhibir una desoladora ausencia
de perspectivas para conjurar el riesgo de una catástrofe mayúscula en
Europa y el mundo.
En efecto, la aplicación y profundización de las reformas
estructurales defendidas por Merkel ha sido la respuesta casi única de
los gobiernos de las principales economías del planeta a la crisis
financiera y económica vigente desde hace casi un lustro, sin que ello
haya tenido más efectos que agravar esa debacle, multiplicar la pobreza,
llevar a simas drásticas los niveles de desempleo en las naciones en
problemas y someter a la economía planetaria a una espiral recesiva
prolongada a consecuencia del deterioro en las condiciones de vida de
las mayorías y el estrechamiento de los mercados internos......
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