domingo, 13 de enero de 2013

En democracia, la economía se basará en el procomún

Fernando G. García
El blog de Nanin

En parte de la izquierda existe un renacido movimiento en defensa de los bienes comunes, a la vista del permanente proceso de saqueo al que éstos están sometidos y que se ha ido acelerando con la agudización de la actual crisis capitalista. Yo pienso que se trata de una reclamación manifiestamente insuficiente en todas aquellas formulaciones que no cuestionan la propiedad del suelo ni de los medios de producción. Una de las iniciativas que tiene más audiencia es la conocida como Economía del Bien Común, promovida por el alemán Christian Felber. Este economista, junto con un grupo de empresarios, emprendió en 2010 el desarrollo de un modelo al que ellos consideran alternativo, tanto al capitalismo de mercado como a la economía planificada o socialista. La implantación de este modelo la fundamentan en una adaptación de la economía capitalista a valores humanos, como los de confianza, honestidad, responsabilidad, cooperación, solidaridad, generosidad y compasión. Bien es verdad que el modelo prevee algunos límites a la propiedad privada y a la herencia, pero de ahí no pasa y todo su modelo apunta a un modelo idílico de empresas capitalistas sostenibles y ejemplares, capitaneadas por propietarios muy ecologistas y solidarios, cuya finalidad es supuestamente distinta a la convencional, basada en el beneficio personal a través de la explotación del trabajo asalariado. A buen seguro que se trata de una iniciativa bienintencionada, pero tan inútil como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que al omitir el derecho al más común de los bienes humanos -la Tierra común-, enmascara y protege la sistemática apropiación privada de ésta y la mercantilización del trabajo humano, impidiendo de raíz el desarrollo efectivo de todos los derechos humanos.

Es cierto que el saqueo de los bienes comunes se había iniciado antes del capitalismo, tal y como hoy lo conocemos; y cierto es que en la época feudal la acumulación de la propiedad privada del suelo ya había sentado las bases para su actual “normalización” capitalista; como también es verdad que la tarea de garantizar su reproducción social pasó a manos del Estado, que se atribuyó la administración de los bienes comunales que habían logrado salvarse del saqueo privado-feudal, inventando “lo público” como sucedáneo de lo común. El saqueo continúa hoy sobre los escasos restos de aquellos bienes comunales primitivos y sobre los nuevos bienes comunes que la sociedad va generando en torno al conocimiento, la cultura, la información y la comunicación......

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