lunes, 4 de febrero de 2013

¿Quién nos defenderá de este progreso?

David Adolfo Caballero Ortiz
EconoNuestra

Tratando de comparar la desvertebración actual con la vivida a inicios de la Era industrial, hablemos de la distinta reacción de los trabajadores: el ludismo y el cartismo[1] supusieron una respuesta temprana al ataque a la dignidad humana que suponía la búsqueda de la maximización del beneficio empresarial asistida por la sustitución del trabajo humano por las primeras máquinas. Comparativamente, y salvando las obvias diferencias del contexto histórico, podríamos afirmar la inexistencia en la actualidad de una respuesta articulada a la altura de las circunstancias, ante las agresiones de los derechos conquistados desde inicios del siglo XX, como sí la hubo en otras épocas cruciales de cambios sociales.

Para entender la pasividad de los más afectados habría que echar la vista atrás y reconocer cómo en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial, los poderes fácticos y políticos del mundo industrializado crearon una visión del ser humano basado en su capacidad consumista, dejando a un lado la concepción primaria de ciudadano, definido por sus derechos políticos en una comunidad de iguales.

Paulatinamente, los cimientos de la sociedad posbélica fueron atacados. Se decretó el “Fin de la Historia”[2] desde los centros de poder, lanzando a la sociedad civil la interpretación de haber alcanzado cierto bienestar material y cultural como una situación inamovible. Un llamamiento al abandono del afán de superación, una sentencia de muerte al progresismo como ideología que percibe al ser humano en tanto en cuanto “ser capaz” de mejorar su realidad y la de su comunidad constantemente. A cambio de ese anhelo de progreso casi espiritual, surgido del vencimiento del fascismo, se crea un nuevo patrón de pensamiento único, lanzado al hedonismo y al consumismo sin límites.....
 

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