EconoNuestra
La amplitud y profundidad de la crisis económica internacional
parecen haber unido a los gobiernos –con referentes ideológicos bien
dispares- en los esfuerzos por detener la caída del producto, primero, y
alcanzar de nuevo sendas de crecimiento, después. Como si la
consecución de este objetivo instalara de nuevo a las economías en una
normalidad bruscamente alterada por la debacle financiera.
La economía convencional descansa en un principio que, prescindiendo
ahora de los matices, constituye el núcleo duro de su argumentación: el
crecimiento económico contiene y resuelve la agenda social; como si el
crecimiento, en sí mismo, facilitara o incluso asegurara alcanzar
niveles crecientes de cohesión social, en una suerte de secuencia
automática e inexorable, capaz de configurar un proceso de suma
positiva, donde, finalmente, todos son ganadores.
No estamos ante un razonamiento que haya surgido –aunque sí se ha
reforzado- por las exigencias de una coyuntura particularmente adversa.
En realidad, la asociación entre crecimiento y cohesión social ha sido
uno de los iconos más reverenciados de las economías basadas en el
mercado (y también, por cierto, de las organizadas en torno a los
sistemas de planificación centralizada). Alrededor de este fetiche han
convergido muy distintas corrientes de pensamiento económico, las cuales
han prevalecido en buena parte de los foros académicos y han impregnado
las políticas económicas aplicadas por los gobiernos......
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