Vivimos en un modelo económico dirigido por el mandato de acumular
incesantemente capital. El beneficio es el motor del sistema económico
y, desde ahí, del ritmo de la producción y la reproducción social.
Podemos discutir si, en la actual fase histórica, el que ese beneficio
se obtenga cada vez más a partir de la captación de la riqueza ya
producida en vez de a través de la producción de riqueza nueva convierte
a este sistema en algo cualitativamente distinto de lo que hemos venido
conociendo como “capitalismo”. Quizá sea algo pronto para iniciar esta
discusión que, por otra parte, nos devolvería a las viejas discusiones
sobre el comienzo del capitalismo: ¿comenzó en el siglo XVI con el auge
del capital comercial o en el XIX con el despegue del capital
industrial? Pero lo que no podemos discutir es que el beneficio sigue
mandando e imponiendo sus imperativos al cuerpo social. Pues bien, esta
obviedad, esta tontería, se pasa por alto en un 90% de los análisis
sobre la crisis actual. Evidentemente, lo pasan por alto casi todos los
análisis mainstream basados en la economía ortodoxa, ese arte
de camuflar el beneficio, pero también no pocos análisis críticos. La
crisis del euro es, sobre todo, un modelo de acumulación,
autodestructivo y nihilista, que opera en un entorno económico similar a
un juego de suma cero en el que la única manera de cumplir con el
mandato de beneficio acrecentado es imponer una violencia cada vez mayor
a la población.
martes, 28 de agosto de 2012
Desconfíe de la confianza (...de los mercados)
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