Victoria Camps, Adela Cortina y José Luis García Delgado
El País
Un gran número de españoles está viviendo la crisis actual como un
auténtico fracaso del país en su conjunto. Hace ya más de tres décadas
emprendimos una transición política y social que, con sus luces y
sombras, como todo en este mundo, se ha convertido en una auténtica
referencia para algunos países deseosos de dar el paso de la dictadura a
la democracia. El poder político pasó paulatinamente de un partido de
centro a partidos de centro-izquierda y centro-derecha, sin más ruido de
sables que el del 23-F y sin más mecanismo que el de instituciones
políticas y elecciones libres y bien reguladas. Se transformaron las
infraestructuras, se modernizaron los medios de comunicación, aumentó el
número de estudiantes universitarios, ingresamos en la Unión Europea,
construimos un razonable Estado de justicia, creímos haber alcanzado la
velocidad de crucero propia de países democráticos, no solo en política y
economía, sino también, y sobre todo, en cultura. La disposición al
diálogo, el espíritu abierto y tolerante parecían haber sustituido los
viejos estilos de vida en una sociedad pluralista.
Pero en 2007 estalló en el nivel global y local esa crisis que había
venido gestándose, una crisis que parece ser sobre todo
económico-financiera y política, y descubrimos que el rey estaba en
buena parte desnudo. Que, por desgracia, nos queda mucho camino por
andar.
Para recorrer con bien ese camino importa preguntar qué nos ha
pasado, qué ha fallado, y un punto esencial es que no se trata solo de
una crisis económica y política, sino también de una crisis ética, que
pone de manifiesto las carencias de espíritu cívico. En los últimos
años, nos ha faltado un marco ético efectivo, capaz de estimular la
responsabilidad social y un buen uso de la libertad.....
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