Fernando Luengo
EconoNuestra
¿Creíamos que lo habíamos visto y oído 
todo, que estábamos curados de espanto? Pues no, todavía hay margen para
 la sorpresa: La Unión Europea (UE) ha recibido el Premio Nobel de la 
Paz. Es posible que con este galardón se haya pretendido contrarrestar 
el continuo y creciente desapego de la población hacia las instituciones
 comunitarias. Pero, cualquiera que haya sido su propósito, ¿qué méritos
 acredita la UE para hacerse merecedora de este premio, con esta carga 
simbólica?
En mi opinión, el término “Paz” se 
convierte en un recurso retórico y vacío de significado si, al mismo 
tiempo que se proclama (y se reparten medallas), se están degradando las
 condiciones de vida de buena parte de la población. Y esto es 
justamente lo que está sucediendo en la UE, con mayor o menor 
intensidad, dependiendo de los países. Y no vale como excusa que los 
mercados, como si fueran un “objeto volante no identificado”, impusieran
 sus lógicas, sus exigencias o su racionalidad a unas instituciones, las
 comunitarias, que conservarían en su código genético su vocación 
redistributiva de antaño y, por lo tanto, su pretensión de impulsar la 
cohesión social. ¿Los mercados habrían capturado las instituciones? No, 
lo cierto es que los intereses de unos y otras se funden y se confunden 
configurando un magma de intereses indisociable.....
 

 
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