Esther Vivas
Público
“La deuda se paga o se paga”. Nos lo han grabado a sangre y fuego. 
Una de esas máximas que a fuerza de ser repetidas una y otra vez se 
convierten en verdades absolutas. Pero, ¿es eso cierto? ¿Y si la deuda 
hipoteca nuestro futuro? ¿Y si la deuda no la hemos contraído nosotros? 
Entonces, ¿por qué hay que pagarla?
Anteayer el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro presentaba el 
proyecto de Ley de los Presupuestos Generales del Estado. Todo, o 
prácticamente todo, baja. La sanidad encabeza la lista, con un 22,6% de 
recortes; educación, pierde un 17,4%. Nos quieren enfermos y 
analfabetos. También disminuyen las prestaciones por desempleo, los 
fondos destinados a las políticas de igualdad, las subvenciones a la 
cultura, la cooperación al desarrollo. Y ¿qué sube? De lo prácticamente 
poquísimo que sube: los intereses de la deuda.
La deuda pública alcanzará en 2013 el 90,5% del PIB, cuando en 2012 
cerró en un 70,2%. Sus mayores niveles en un siglo. ¿Por qué? El rescate
 de la banca, la respuesta. Las aventuras y desmanes del sistema 
bancario nos han salido caros. Se socializan las pérdidas, mientras que 
los beneficios continúan siendo privados. Se nos recorta en sanidad, 
educación, ayudas públicas…, mientras se invierte en salvar, 
precisamente, a aquellos que nos han conducido a la actual situación de 
bancarrota.....
 

 
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