Antonio José Gil Padilla
Rebelión
Con frecuencia me
pregunto quién o quiénes de los que formamos parte de las
generaciones que convivimos ahora pasarán a la historia del
pensamiento, al estilo de los pensadores que, antes o después,
han adquirido fama, aunque nunca sabremos si fueron los mejores. El
poder y, tal vez, la casualidad hayan jugado un papel determinante en
esa selección. Una especie como la nuestra, con una inevitable
inclinación a la simplificación, ha acuñado el término
“intelectual” para referirse a los que por su esfuerzo, por los
servicios prestados a los que mandan o por el azar, adquieren o han
adquirido esa fama. En unas sociedades en la que todo se compra y se
vende es difícil discernir cuáles son los verdaderos motivos por
los que hemos conocido la obra de Platón, de Kant, de Descartes, de
K. Marx o de E. Fromm, por poner algunos ejemplos.
En una afirmación
simplista, cierto día escuché decir, en el uso de esa tendencia a
la reducción, que una persona adquiere la condición de
“intelectual” cuando ha elaborado una obra y ese trabajo es
socialmente reconocido. A mi entender, se le olvidaba lo fundamental,
es decir, que esa obra debe incorporar elementos renovadores, por no
tildarlos con mayor precisión como revolucionarios. De esa manera,
Marx en su obra “Las tesis sobre Feuerbach” desmonta la
concepción del materialismo de este último, dando un giro
trascendental en el terreno de las ideas.
El pensamiento es pieza
clave en cualquiera de los acontecimientos que han supuesto un avance
en la trayectoria de la humanidad. F. Engels afirma que “en la
Alemania del siglo XIX, la revolución filosófica fue el preludio de
la política”. Por lo general, los cambios socioeconómicos han
estado precedidos de un debate entre defensores de unas ideas
conservadoras y las de otros que han roto con lo establecido hasta
entonces.....
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