martes, 26 de junio de 2012

Suicidio climático

Hermann Bellinghausen
La Jornada
 
Las implicaciones del cambio climático son mucho más que sólo climáticas. Propician, o debieran hacerlo, un cambio en la mentalidad occidental, que siendo la que domina el planeta, impone en las periferias su verdad única: la ganancia. Hoy todos enfrentamos las consecuencias, incluso los poderes causantes del trastorno ambiental. Y no obstante, ellos siguen perdiendo el tiempo, como si quedara mucho antes del previsible incremento de catástrofes. Su inercia (¿la nuestra?), que se antoja estúpida, garantiza la parálisis más allá de sus inútiles cumbres.
 
Durante siglos, las civilizaciones humanas consideraron natural la esclavitud. Ahora existe la conciencia universal de que tener esclavos es inhumano; no quita que existan más que nunca, pero sabemos que esclavizar es una maldad, no derecho natural de nadie. Ese es un cambio de mentalidad, como el que ahora pugna por prevalecer respecto del clima y sus precipitados cambios, no sólo por imperativos morales, sino los más urgentes de sobrevivencia.

No debiera extrañarnos que los beneficiarios de una depredación que ya desequilibró a la naturaleza en su conjunto habiten en naciones capaces de conservar reyes y princesas (salvo el excepcionalismo de Estados Unidos, su producto más acabado). Para colmo, su tiranía económica monopoliza lo que democracia significa, aunque las metrópolis se enfrasquen en discusiones, que bien merecen llamarse bizantinas, sobre los fenómenos que transforman aceleradamente la vida como la conocemos los humanos, y el resto de animales y plantas......

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