Juan Fco Martín Seco
Republica.com
Quién nos iba a decir que nuestra economía y nuestras vidas estarían
dependerían de lo que dijesen los hombres del maletín, los cuervos del
Fondo Monetario Internacional (FMI). Cualquiera que haya pasado por el
700 de la 19 th Street de Washington sabe de la mediocridad técnica y de
la mucha soberbia que los caracteriza. Desde 1971, año en el que
desapareció el Sistema Monetario Internacional creado en Bretton Woods y
en el que, por tanto, el FMI dejó
de tener sentido, este se convirtió tan solo en un instrumento del
capital y de los acreedores internacionales en su intento de que los
deudores, en su mayoría países subdesarrollados, hiciesen frente a sus
créditos aun cuando fuese a costa de sumir a las poblaciones en el
sufrimiento y en la miseria.
A lo largo de todos estos años, el FMI ha funcionado como fuente de
financiación de aquellos países en vías de desarrollo que tuvieran
necesidad de divisas por dificultades en sus balanzas de pagos; ahora
bien, esta ayuda no se percibía de manera gratuita, sino condicionada al
precio de amoldar las políticas económicas nacionales a lo que se
denominó el consenso de Washington. Las consecuencias resultaron a
menudo desastrosas. Cortaban la posibilidad de desarrollo a medio plazo y
disminuían el nivel de vida de la mayoría de la población, excepto el
de los ricos, quienes veían incrementarse considerablemente las
posibilidades de evadir capitales gracias a la liberalización de los
controles cambiarios que el propio Fondo imponía. Se creaba así una
especie de círculo vicioso, de modo que el dinero evadido volvía en
forma de préstamo, y los intereses de los créditos y las nuevas
evasiones que permitían las medidas liberalizadoras hacían necesaria la
concesión de nuevos préstamos.....
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